Cuando llegué por primera vez a Vietnam, proveniente de Camboya, lo hice arribando a Ho Chi Minh City, o antiguamente llamada Saigón. La ciudad, recibe a muchísimos turistas al año, y se ha vuelto una referencia importantísima para un viaje por el país del sudeste asiático, ya que actualmente es la ciudad más grande de Vietnam.
Era mi primera vez en Vietnam, y después de casi 9 horas de viaje, al bajarme del autobús lo único que quería era llegar a mi hostal, descansar un poco y comer algo. Confieso que ya había leído varias anécdotas de viajeros y mochileros, que mencionaban que muchas veces habían sufrido atracos, robos e historias de terror.
A pesar de todo eso, creo que llegué con la mejor actitud y mentalidad de poder disfrutar a tope mi aventura, y quizás por eso no me percaté que a muchas veces, la gente suele abusar de nosotros los turistas, y tratan de sacarnos el mayor beneficio posible. ¿A qué me refiero? Bueno, te cuento a continuación cómo me vieron la cara: (No te espantes, en realidad no fue nada grave, y gracias al cielo no pasó a mayores, pero igual te cuento la historia para que no te pase a ti)
Llegamos a Saigón aproximadamente a medio día. Yo ya tenía reservadas previamente dos noches en un hostal, que leí estaba muy bien ubicado, pero que obviamente no tenía idea de cómo llegar hasta ahí. Así que, cuando bajé del autobús, me sorprendí al no encontrarme en ninguna estación de camiones o algo similar, si no en la mismísima calle; bajé mi maleta y me dispuse a descubrir en dónde estaba mi hostal.
Me encontré con un montón de taxis estacionados, y que parecía en un inicio que estaban ahí solamente por casualidad, pero que obviamente estaban ahí esperando a conseguir nuevas presas. Caminé un poco con mi maleta en la espalda, y fue entonces cuando me lo encontré al desgraciado.
Me topé de frente con un $%@& taxista que de la nada y sin pedirme permiso, tomó mi maleta, y me dijo con un inglés malísimo: “Miss, miss, here, taxi”. Y pues, la verdad es que me dije a mi misma: “Pues ya, YOLO, aquí ya tienes transporte”, así que me trepé al vehículo del susodicho. Oh, tremendo error. Nada más me acuerdo, y me vuelvo a enojar…
Le mostré la dirección, y me dijo que efectivamente sabía en dónde quedaba mi hostal. Yo, según muy crack, iba viendo el taxímetro, y pensé que todo estaba bien. El problema fue, que yo estaba llegando de otro país, en el que manejaban dos diferentes tipos de monedas, y cuando llegué a Vietnam (en el que se utilizan los términos “millones” y “miles”) pues me saqué mucho de onda, y como dirían en mi país: me apendejé, la verdad.
En el camino, le dije al señor taxista (lo llamaré así, porque no quiero volver a enojarme y llamarlo como se merece), que no traía dongs, o sea, la moneda oficial vietnamita. Me dijo: “No problem”, así que paramos en una casa de cambio de dudosa procedencia, y me bajé a cambiar algunos dólares. Cambié muy pocos, porque la verdad es que me dio mala espina, y solamente quería dinero para pagarle al señor taxista.
Volvimos a tomar nuestro camino, y yo veía como el taxímetro seguía avanzando. De pronto, se detiene en una esquina, y me dice algo que traducido sería como un: “Ya llegamos, ya bájate”. Y entonces le dije que en dónde era mi hostal, que no lo veía, y el muy “amable”, me dijo que caminara un poco por la calle y lo encontraría.
Y luego ¿qué creen? Pues sí, me vio la cara el ….señor taxista *respira profundo, y sigue escribiendo*. Cuando llegó la hora de pagarle, pues yo vi el taxímetro, y traía en mi cartera los billetes que acababa de cambiar, y pues estaba tan cansada y harta del viaje, que la verdad es que no reaccioné ni pensé en la conversión de la moneda, y le di el dinero. Ya que me bajé, empecé a caminar, y encontré mi hostal, me di cuenta de lo que había hecho, y me dije a mí misma cosas muy feas; en resumidas cuentas, me enojé mucho, mucho, muchísimo con Alejandra.
No fue la millonada que me robó el señor taxista, pero la verdad es que si fue bastante para un viaje en taxi que no duró más de 15 minutos. La realidad es que no me acuerdo exactamente de la cantidad exacta, pero si les puedo decir que me dolió más el golpe emocional, que el del dinero perdido.
Hervía de enojo, pero la realidad, es que después me calmé, salí a caminar y a conocer la ciudad, respiré, lo dejé ir, y pensé que estaba sana y salva, en un nuevo país y rodeada de cosas bonitas, así que mejor opté por olvidar, aprender del error y mejor disfrutar.
Lo quise contar en este post, para poder evitar que a ti, que me lees, y que vas a Vietnam, te pase. Ojo, los taxis en Vietnam son baratos en la realidad, y son un buen medio para moverte en varias ciudades del país, pero fíjate bien en cuál te subes. Yo te recomiendo (ya que aprendí la lección), que si llegas de la misma manera que yo, no te subas en los primeros que veas, ya que están ahí específicamente para atacar, para sacar el mayor provecho posible, y vernos la cara a los viajeros, cobrándonos más de lo justo.
Camina un poco más por la calle, aléjate un poco del barullo de los muchos viajeros, y trata de fundirte un poco en la propia ciudad. Ahí, ya busca un taxi (en Vietnam hay varias compañías, pero hay unos verdes de la compañía VinaSun, y son buena opción), o camina hasta tu destino y evítate problemas.
Espero que mi historia te haya servido o te pueda servir, para aprender de los errores de los demás, y que a ti no te vean la cara como a mí.
¡Muchas gracias por leer mis aventuras!